No estás nunca solo

Hace años oí esta parábola que dejo huella en mi memoria.

Una noche soñé que caminaba por la playa con Dios. Durante la caminata, muchas escenas de mi vida se iban proyectando en la pantalla del cielo. 

Con cada escena que pasaba notaba que unas huellas de pies se formaban en la arena: unas eran las mías y las otras eran de Dios. 

A veces aparecían dos pares de huellas y a veces un solo par. Esto me preocupó mucho porque pude notar que, durante las escenas que reflejaban las etapas más tristes de mi vida, cuando me sentía apenado, angustiado y derrotado, solamente había un par de huellas en la arena. Entonces, le dije a Dios: 

“Señor, Tú me prometiste que si te seguía siempre caminarías a mi lado. Sin embargo, he notado que en los momentos más difíciles de mi vida, había sólo un par de huellas en la arena. ¿Por qué, cuando más te necesité, no caminaste a mi lado?

Entonces Él me respondió: 

“Querido hijo. Yo te amo infinitamente y jamás te abandonaría en los momentos difíciles. Cuando viste en la arena sólo un par de pisadas es porque yo te cargaba en mis brazos…”

Durante este tiempo que estamos viviendo con el coronavirus, las situaciones de soledad se han visto incrementadas.

Esta enfermedad fomenta la soledad, si tienes el virus, has de aislarte de todo el mundo, si tienes que ir al hospital, te has de quedar allí solo, nadie puede visitarte.

Pero como contaba  la parábola, no estamos solos porque Dios nos ama infinitamente y en cualquier situación en la que nos encontremos Él nos acompaña, nos ayuda, nos da descanso.

A Él podemos darle todas nuestras preocupaciones, porque Él se preocupa por nosotros, y nos cuida en cualquiera de las situaciones de vida que nos encontremos.

No estamos solos nunca.

Por Miryam González

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